miércoles, 9 de marzo de 2011

En el invierno más terrible hay un verano invencible.

Foto por Marina Renedo

Hace tiempo que no busco nombres obscenos a los coches, ni monto en bici, ni nado hasta arrugarme mientras el sol se pone, ni veo amanecer sin haber acabado la noche. Hace meses que no quito arena de mis zapatillas, ni improviso cines en coches, ni me tapo con su misma manta. He perdido la costumbre de beber cerveza en cualquier sitio, sin excusa ni motivo, y hacer barbacoas por ser lo primero que se les ocurre.
A veces no me salen más de cinco canciones de verbenas pero sí mil imágenes alumbradas con luces de colores que parpadean.
Pero hace vidas que inventan momentos irrepetibles y se consagran irremplazables, y hace años que me regalan razones para aguantar la inmersión en la rutina invernal, sabiendo que si me pongo triste, su corazón se planta aquí en un segundo y me pone la bufanda, y una sonrisa desde aquí hasta el sol, que derrita la nieve, los días y los kilómetros.