domingo, 15 de septiembre de 2013

A relaxing cup of sinceridad.

Foto por Lucía Lainz

Si has llegado hasta aquí debería contártelo todo. 
Decirte que lo malo de mi hermetismo es que en el vacío no se puede respirar. 
Avisarte de que suelo gritar las mentiras para no escucharme pensar que la verdad es una cornisa sin barandilla. 
Contarte que tarde o temprano seré ingeniera y aún no he decidido si prefiero que el mundo sea más fácil o más bonito.
Por eso escribo poesía. 
Que aprendí a hacer nudos de corbata de la persona que más admiro en el mundo y que se fue antes de que pudiera llegar a su cuello. 
Que cuando tenía 3 años me sabía mi cuento preferido de memoria y se lo recitaba cada noche.
Que hace ya 10 años que aprendí por qué los abuelos deberían ser eternos.
Debería contarte que, más de una vez, por querer ir a favor, he acabado en mi contra. 
Que nunca he montado en avión, ni en un descapotable. 
Que siempre leo la última palabra antes de empezar un libro y que me quedo hasta que no da para más.
Decirte que me encanta la justicia poética y aún así, puedo ser increíblemente desagradable. 
Pero que me encantaría que me aguantaras y me acariciaras el pelo cuando me ponga dramática y tenga ganas de escuchar a Nacho Vegas. 
Que soy fan de ti.
Que haces que me tiemblen las piernas, pero hoy me siento valiente y capaz de decirte que me quedo, que quiero esto.