jueves, 24 de septiembre de 2015

Velocidad relativa

Foto por Andrea González Güemes

A seiscientos kilómetros,
por hora,
todavía el viento se toma el capricho
de acercarse tímido a mi mesilla,
de noche,
y arrastrar tu olor 
para secuestrarme a mí.

Y me lleva,
mecida,
hasta el sueño de una noche de verano
alimentada de electricidad,
generadora de ganas.

Síndrome de Estocolmo,
ahora que asumía que vivía en Portugal.
Ya me lo decían en su día:
No importa si jueves acaba en ginebra
o en poesía.
Cuando está a años luz de acabar
como quieres.

Y yo, viajando, a seiscientos kilómetros,
por hora.
Como siempre, tarde.
Y un poco más dramática,
entrópica,
y lusa.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Magia septentrional




La deriva era un dedo sobrevolando mapas
cuando salimos a bordear acantilados.

La desesperanza asumida de la sociedad
poniéndonos contra las cuerdas.
Y nosotros tocando el ukelele.

La simpleza eran dos objetivos
y ninguno era un fin.
De eliminar lo innecesario nos alimentamos,
bebimos
y bailamos en el filo
de la navaja de Ockham.

El infierno es el lugar
donde van a morir las borracheras.
Y la cerveza está caliente.
Pero edificamos amanecederos
rompeolas
donde la resaca es corriente,
pero no ahoga.

La Estrella Polar señala el Norte
para no perderlo
y las fugaces se pasean
como un vaivén de minifaldas
mecidas por el cierzo.
El sino imponiéndose,
como si existiera.
Y nosotros eligiendo nuevo destino
como si nos importara.

Teníamos veinticientos,
volando;
y los pájaros en la cabeza.
En la mano, un mundo girando
a cinco mil revoluciones por minuto
y
en todas
ganamos nosotros.