La deriva era un dedo sobrevolando mapas
cuando salimos a bordear acantilados.
La desesperanza asumida de la sociedad
poniéndonos contra las cuerdas.
Y nosotros tocando el ukelele.
La simpleza eran dos objetivos
y ninguno era un fin.
De eliminar lo innecesario nos alimentamos,
bebimos
y bailamos en el filo
de la navaja de Ockham.
El infierno es el lugar
donde van a morir las borracheras.
Y la cerveza está caliente.
Pero edificamos amanecederos
rompeolas
donde la resaca es corriente,
pero no ahoga.
La Estrella Polar señala el Norte
para no perderlo
y las fugaces se pasean
como un vaivén de minifaldas
mecidas por el cierzo.
El sino imponiéndose,
como si existiera.
Y nosotros eligiendo nuevo destino
como si nos importara.
Teníamos veinticientos,
volando;
y los pájaros en la cabeza.
En la mano, un mundo girando
a cinco mil revoluciones por minuto
y
en todas
ganamos nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario